11.12.07

Trece

Óscar, Fernando, Carmen, Luna, Lucas. Un sinfín de personajes azotaban sin ton ni son su cabeza. Deseaba agarrarse a uno de ellos y comenzar a escribir pero le resultaba imposible. Su realidad no le dejaba concentrarse en un mundo de colores que se desvanecía poco a poco.

Cerró los ojos y se dejó seducir nuevamente por su sonrisa. Frente a él, vestida de negro, bailando. Le susurró algo al oído antes de despedirse de él con un hasta luego. Se quitó los zapatos y abandonó la fiesta sin mirar atrás.

Bailó con Soledad. Su incomodidad era palpable. Había roto con ella hacía un mes y era obvio que ella seguía enamorada de él. Lo que él no sabía todavía era que el sentimiento era recíproco. Cuando la música cedió al murmullo de la gente se disculpó educadamente y se sumergió en la oscuridad de la noche.

Doscientos once
, el erotismo de su voz le erizó la piel. Lo recibió dubitativo. Pensó en disculparse y cuando se disponía a hacerlo ella lo besó. Se deshizo. Todo se evaporó. Se sintió libre, libre de sus pensamientos. Pensamientos que volverían a azotarle al día siguiente, pero hasta entonces, caricias.

Ambos sabían que su relación tenía fecha de caducidad.

La idea fue de Soledad. Volvió con ella poco después. Le había sugerido escribir una historia a medias. Aunque Soledad se distraía con facilidad y era consciente de lo efímero de su iniciativa. Él le trasladó la idea a ella y aceptó. Un capítulo cada uno.

Se sintieron como niños el día de Navidad. Él se dejó seducir por una historia irreal basada en sentimientos reales. Ella se dejó llevar. Los capítulos se sucedían. Se hablaban, se decían, se sentían.

Mientras tanto él lo dejó definitivamente con Soledad, quien desde entonces sólo le regaló indiferencia, aunque seguía enamorado de ella y sus locuras, y comenzó a salir con Patricia a la que quería, pero no deseaba.

Se encontraron en una ocasión. Ella con su novio y una amiga. Él solo. Fue un encuentro cordial precedido de un trayecto insólito desde la estación de metro en el que ella lo recibió hasta el restaurante donde los estaban esperando.

Los capítulos ya no se sucedían. Lo intentó de nuevo pero fue incapaz de rescatar del olvido a Fernando y Óscar, enfrentados por el amor de Luna en una playa perdida de Formentera. De retomar la tristeza de Carmen, la incertidumbre de Lucas. De hacer frente al presente de unos personajes que lo cautivaron entonces.

A veces es necesario coger aire. Se retiró de enfrente de su ordenador portátil, no sin antes cerrarlo con cuidado. Abrió su frigorífico y descubrió que en su interior una cucaracha campaba a sus anchas. Un tazón de chocolate caliente antes de dejarse llevar nuevamente a un mundo, el de los sueños, que lo había dejado de ser para él.