4.9.06

Cinco

No conocía a nadie. Habían pasado ya tres días desde su llegada. Lucas no se había puesto en contacto con ella. Hola, en estos momentos no podemos, o queremos... Una vez. Y otra vez. Y otra. No sabía nada de Óscar.

Subió las escaleras del hotel, lentamente. No tenía prisa. Se había acostumbrado a perderse entre la multitud de historias que abarrotan la ciudad. Era paciente. Mantenía la esperanza de que el destino volviera a hacerle tropezar con él. Siempre había creído en el destino. Arco iris. Su pelo, corto, caoba, revuelto. Sus ojos, verdes, sinceros, incómodos. Su boca dulce, tímida, sonriente. Cerró la puerta de su habitación, giró sobre si misma, su falda se elevó, se dejó caer sobre la cama, sonrió.

"Hola Papillon,

No puedo dejar de pensar en ti. No puedo. A veces las cosas suceden cuando tienen que suceder. Te estaba esperando cuando te encontré. Necesitaba tu ayuda sin ni siquiera saber de tu existencia. No quiero pensar que no hay nada más. No quiero pensar que ha dejado de llover para siempre. Quiero pasear de nuevo junto a ti, cogidos de la mano, cómplices. Quiero que la lluvia nos sorprenda camino de ninguna parte. Quiero...

Y sólo entonces me doy cuenta de que los sueños, sueños son y de que yo soy yo y tú eres tú y de que te prometí que no me enamoraría de ti, de tu ser, de tu esencia, de tu magia...

Las promesas están para romperse.

Óscar"

Antes de dejar la postal nuevamente sobre la mesita de noche le dio la vuelta para sumergirse una vez más en la más real de las puestas de sol. Cerró los ojos. Bienvenidos a Formentera, el último paraíso...

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